7.00 horas de la mañana.
Suena  el despertador, una música arrolladora retumba en tus oídos. La apagas  rápidamente para que deje de sonar ese ruido estruendoso. Estiras los  brazos y te quedas observando el techo que hay sobre ti. Te quedas un  rato así, quieto, inmovilizado por la melodía de la canción que  escuchaste la noche anterior tras un gran baile. Te destapas y tiras la  manta velozmente, tanto que acabas por tirarla al suelo. Te restriegas  los ojos. Después de esto te levantas y recoges la manta que está ahora  mismo arrugada en el suelo. La colocas sobre la cama. Estiras las  sábanas, la manta y finalmente colocas los cojines y adornos que suele  haber sobre ella. Vas al baño aún dormido y te enjuagas la cara con agua  para ver si así consigues despertarte algo. Levantas la cara hacia el  espejo y te quedas mirando tu rostro hasta encontrar esas pequeñas  bolsas que se forman bajo los ojos tras una larga noche. Respiras hondo y  vuelves a la habitación. Una vez allí coges lo primero que encuentras  en el armario y te vistes. Acto seguido coges tus cosas. Vas a la  cocina. Coges el tazón más grande que hay en ella, los cereales que  tanto te gustan y un zumo bien fresquito recién sacado de la nevera.  Desayunas mientras oyes las noticias o disfrutas de aquellas series que  siempre veías de pequeño. Apagas la tele porque se hace tarde. Te  diriges al baño con rapidez y te acicalas (limpiarte los  dientes,peinarte,lavarte las manos, etc...) Coges tus cosas de nuevo y  corres hacia la entrada, nada más cerrar la puerta tras de ti crees  haber olvidado algo, pero antes de nada miras en la mochila y sí, ahí  está. Dejas la mochila en el suelo del coche, te sientas y echas la  cabeza en el sillón en gesto de cansancio y últimamente piensas: Un  nuevo día, ¡allá voy!
 

 
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